Me presente en la explanada de la delegación Iztacalco a las 7 de la mañana como dictaban las indicaciones de la oficina de reclutamiento me encontre con cientos de jóvenes que acudían a lo mismo que yo, el famoso sorteo del servicio militar. Las cosas se tornaron un poco tensas cuando al dar las 7:30, hora a la que supuestamente iniciaba el evento, uno de los presentadores anunció que el representante del ejército estaba retrasado por lo que la ceremonia no podía iniciar. El resultado fue una rechifla por parte de la multitud seguida de insultos.
Una hora después comenzó la ceremonia y el escándalo se hizo presente, pues al subir al podium las autoridades de la delegación fueron recibidos con una tremenda rechifla de inconformidad. Después de las silbatinas comenzaron los honores a la bandera que tampoco quedaron inmaculados por el desastre multitudinal.
Al fin comenzó el sorteo, y mandaron llamar a un padre de familia y a uno de los jóvenes conscriptos para ser fe de legalidad del sorteo y a dos "pequeñines" del público para que fueran los encargados de sacar las bolas. Nuevamente las risas, las burlas y silbidos no se hicieron esperar y comenzó la letanía del sorteo. Uno a uno eran anunciados los nombres de los conscriptos seguido del color de la bola que determinaba su futuro: negro significaba estar exento del servicio, blanco... bueno no tanta suerte.
Después de dos horas de agonía y frío, mucho frío, mi nombre fue dicho. La tensión aumentó, mi pulso se disparó, no podía respirar, la cabeza comenzaba a darme vueltas y de pronto...el anunciador dijo "Bola negra" y el color regresó a mi cara. Acabó la tensión.
Así termina mi relato del sorteo, en diciembre se entregan las cartillas liberadas para aquellos suertudos y se darán instrucciones a los desafortunados, quise decir privilegiados que podrán servir a la patria por un muy largo año.
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