Al cruzar una calle vi a una señora de apariencia humilde con cuatro niños uno aun era de brazos y los siguientes tres de muy corta edad el mas grande parecía tener unos 8 años por muy grande. Ellos estaban enlodados la señora tapaba al mas pequeño con un rebozo empapado y pues tuve una sensación muy extraña me acerque a ella y a sus pequeños preguntado si se encontraban bien ya que la señora presentaba una cara de dolor infinito se veía que había llorado lo suficiente para que sus ojos se encontraran inflamados sus hijos tenían cara de no saber en donde se encontraban. Y con una voz, que apenas fui capaz de escuchar, me dijo es que hace dos días no comen mis hijos y no tengo con que darles, yo apenas traía como unos veinte pesos en la bolsa y pues no sabía como ayudarles y pues le dije mi casa no esta muy lejos de aquí si usted gusta le puedo llevar para ofrecerle un poco de comida y agua. El rostro de la señora se ilumino y me dijo si señorita, bendita sea usted.
La verdad no me sentí a gusto con el hecho de que me llamara bendita pero bueno le sonreí y de camino a casa me contó su historia y pues ella vivía en un pueblo cercano a mi casa con su marido pero pues como es casi costumbre en esos lugares el señor era alcohólico y pues ella decidió huir de casa, se encontraba en total desamparo, yo pregunte si no tenia algún familiar cercano y ella dijo, que según su madre no era mujer aquella que no supiese cargar con su cruz... cuando llegamos a casa le di de comer a sus hijos y a ella ha sido la comida mas triste de mi vida jamas había presenciado el hambre de una criaturas tan inocentes esperaron a secarse y después dieron las gracias y se fueron.
No se que habrá sido de aquella señora, ni de aquellos niños pero ellos me dieron una lección muy importante en mi vida algo que jamás olvidare que es ser agradecida de lo que tengo gracias a mis padres y por supuesto a Dios.
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